Ante la creciente tensión internacional, surge la preocupación sobre las repercusiones de un posible ataque nuclear en Estados Unidos sobre México. El polvo radiactivo, la migración masiva y el colapso económico son algunas de las consecuencias que podrían afectar al país vecino, especialmente a la frontera norte. La radiación...
junio 21, 2025
Ante la creciente tensión internacional, surge la preocupación sobre las repercusiones de un posible ataque nuclear en Estados Unidos sobre México. El polvo radiactivo, la migración masiva y el colapso económico son algunas de las consecuencias que podrían afectar al país vecino, especialmente a la frontera norte.
Aunque la idea de un ataque nuclear en territorio estadounidense parezca lejana, sus efectos podrían trascender rápidamente las fronteras. El polvo radiactivo, o «fallout», generado por una detonación puede viajar cientos o incluso miles de kilómetros, arrastrado por los vientos atmosféricos. Esto significa que varias regiones de México podrían sufrir las consecuencias directas, dependiendo de la ubicación y magnitud de la explosión.
Si bien figuras como Donald Trump han sugerido que México «ya no existiría» en caso de una Tercera Guerra Mundial, los impactos de un ataque nuclear se sentirían en el país vecino mucho antes. Las consecuencias colaterales llegarían a través de la radiación, daños económicos, una migración masiva y alteraciones ambientales.
El fallout nuclear se produce cuando una bomba explota, especialmente a nivel del suelo, lanzando grandes cantidades de partículas radiactivas al aire. Estas forman nubes de polvo que pueden desplazarse largas distancias antes de caer a la superficie, influenciadas por las condiciones meteorológicas y la topografía.
De acuerdo con El Colegio de la Frontera Norte, existe un riesgo latente para la población mexicana en caso de un ataque nuclear en Estados Unidos, con diferentes niveles de afectación según la zona:
Las regiones que colindan directamente con Estados Unidos son las más expuestas. Ciudades como Tijuana, Ciudad Juárez, Piedras Negras y Reynosa están relativamente cerca de importantes instalaciones militares o ciudades estadounidenses estratégicas como San Diego, El Paso o Houston. Si alguna de estas fuera blanco de un ataque, el polvo nuclear podría alcanzar México en cuestión de horas o días.
Además del fallout, un ataque nuclear en Estados Unidos causaría disrupciones severas en las cadenas de suministro, afectando gravemente a las industrias mexicanas que dependen del comercio transfronterizo. Ciudades como Monterrey y otras urbes del noreste, con su fuerte conexión logística y económica con Texas, serían particularmente vulnerables a este tipo de impacto.
Aunque zonas como la Ciudad de México o Guadalajara no estarían en la trayectoria directa del fallout, sí podrían verse afectadas por una escasez crítica de alimentos, medicamentos y materiales médicos, además de una migración masiva desde el norte del país.
México ha mantenido una política clara y firme respecto a las armas nucleares. Fue un impulsor clave del Tratado de Tlatelolco (1967), que convirtió a América Latina y el Caribe en la primera región densamente poblada libre de este tipo de armamento, prohibiendo su fabricación, prueba, posesión, almacenamiento o colocación. México ha adoptado de manera unilateral e irreversible la decisión de no desarrollar ni permitir la instalación de armas nucleares en su territorio.
El gobierno mexicano también cuenta con acuerdos de cooperación con Estados Unidos en materia de desastres naturales y emergencias sanitarias. En un escenario nuclear, se esperaría la activación de estos mecanismos para el intercambio de datos, logística y ayuda humanitaria.
Asimismo, Protección Civil, la Secretaría de Salud y la Secretaría de Defensa del gobierno mexicano disponen de protocolos para desastres químicos y radiológicos, diseñados para proteger y actuar ante un posible evento de este tipo.
En conclusión, si bien México no sería un objetivo directo en un ataque nuclear contra Estados Unidos, su cercanía geográfica y su fuerte dependencia económica lo convertirían inevitablemente en un país vulnerable a las catastróficas consecuencias.
Fuente: Excélsior